tengo una hermana. tiene 27 años. vivimos juntas y puedo contar con los dedos de mi mano izquierda las veces que nuestros mundos han coincidido, además de los cumpleaños y festejos familiares. un día fue su cumpleaños y fui con ella y sus amigos a cuernavaca. lo había prometido. una casa en cuernavaca con un conglomerado de oficinistas listísimos para echar el reggaetón, el pasito duranguense y, después de varias botellas de Torres, alguna desgarradora pieza de Vicente, Alejandro o Pedro Fernández. gente que trabaja en oficinas, con horarios de 9 a 5, paga quincenal, prestaciones de ley y que hace que este mundo funcione cómo lo hace. debo admitir que hasta este momento no estoy muy segura de lo que esta experiencia me produjo. admito que me divertí, pero no entiendo exactamente por qué. fue muy raro darme cuenta de que el mundito universitario en el que vivimos es una nada comparada con lo que pasa todos los días en la vida de la gente que trabaja para que funcione. y entendí por qué les gusta esa música y por qué a mi no me gusta, y por qué muchos de nosotros y de ellos nos causa un conflicto convivir. fue raro. y didáctico.
Lorena C.
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